martes, 25 de agosto de 2009

La Caramba

"Flor Negro" (jmab)


La Caramba - Concha Piquer - Descarga aquí

La Caramba
La Caramba era una rosa
cuando vino de Motril
a sentar plaza de maja
en la villa de Madrid.
El pelo como la mora,
los ojos como los celos
y en la cabeza, temblando,
un lazo de terciopelo.
 
Y el Madrid de aquel entonces,
que por ella enloquecía,
entre ¡caramba! y ¡caramba!
a la Caramba decía:
 
¡Ay, María Antonia Fernández!
Te quiero a ti,
¡Ay, Caramba, Caramba mía!
¡Ay, María Antonia Fernández!
Todo Madrid por tí canta
de noche y día.
 
Y los manolos,
que van al Prado,
se han vuelto locos
y enamorados.
Que la Caramba
cuando va andando
canela en rama
va derramando.
¡Viva el salero, que viva!
¡Viva la Alhambra!
¡Vivan los ojos negros,
negros, negritos
de la Caramba!
 
Hablaron de que era un duque,
juraron que era un marqués,
murmuraron del monarca,
dijeron de un portugués.
Lo cierto es que María Antonia
renegó de los madriles
y cambió el traje de maja
por unas tocas monjiles.
 
Y el Madrid de aquel entonces,
que sin ella no vivía,
entre ¡caramba! y ¡caramba!
a la Caramba decía:
 
¡Ay, María Antonia Fernández!
Pobre de ti
¡Ay, Caramba, Caramba mía!
¡Ay, María Antonia Fernández!
Todo Madrid por tí llora
de noche y día.
Y a tu persona
no hay quien la vea
ni por ventanas,
ni por zoteas.
 
Y los manolos
te están buscando
y por las calles
pasan gritando:
¡Viva el jaleo, que viva!
¡Viva la Alhambra!
¡Vivan los ojos negros,
negros, negritos
de la Caramba!

La más famosa tonadillera española del siglo XVIII, la granadina (de Motril), María Antonia Vallejo Fernández, debió su nombre artístico a la cancioncilla que le escribiera su enamorado maestro Estévez, quien hizo para ella la música y la letra:



“Un señorito muy petimetre
Se entró en mi casa cierta mañana
Y así me dijo al primer envite:
Oiga usted: ¿Quiere usted ser mi maja?...
Yo le respondí con mi sonsonete,
Con mi canto, mi baile y mi soflama:
¡Qué chusco que es usted, señorito!
Usted quiere… ¡Caramba! ¡Caramba!
¡Que si quieres, quieres, ea!
¡Vaya, vaya, vaya!
Me volvió a decir muy tierno y fino:
“María Antonia, no seas tirana,
Mira niña, te amo y te adoro,
Yo le respondí con mi sonsonete,
Con mi canto, mi baile y sonsonete,
Con mi canto, mi baile y mi soflama:
¡Qué chusco que es usted, señorito!
Usted quiere… ¡Caramba! ¡Caramba!
Y tendrás las pesetas a manta…”

Y es que, a veces, los caminos de la celebridad, como los de la Providencia, son también inescrutables…


Según los datos que constan  en el archivo parroquial de Motril (granada), el día 9 de Marzo de 1750 nace en esta población María Antonia Vallejo Fernández, ”La Caramba”, hija de Bernardo Vallejo, natural de Granada y de María Fernández, natural de Motril.
No existen datos sobre sus primeros años, pero sí se conoce, según el historiador Bravo Morata, que de ella nos ha dejado una acertada semblanza, que muy joven marchó a Cádiz, centro de artistas de la época, con alguna compañía de músicos, o cómicos ambulantes.
 

 Mujer alta, esbelta, morena, y más que bonita, graciosa, con gran personalidad sobre toda otra condición, su vida está cargada de leyendas.
La Caramba dio mucho que hablar en el Madrid de Carlos III, ciudad a la que llegó sobre 1776, y  en la que de inmediato comenzó a trabajar como tonadillera, dado que en aquella época, la comedia comenzaba a resurgir con fuerza después de yacer largo tiempo suprimida. La acogida que tuvo por parte del público fue espectacular.
 

De la noche a la mañana la Caramba fue una copla, una bandera, la novia de la Corte. Su cálida voz, sus arranques de hembra andaluza, sus “jondos” y bien sentidos jipíos flamencos levantaron un impresionante oleaje de entusiasmo y su popularidad creció vertiginosamente.
Sus extravagantes atuendos a la última moda, la gracia y donaire con que los lucia, le granjearon muy pronto la admiración de las mujeres. El traje de maja era muy vistoso y parecía creado para mujeres “de banderas”, como María Antonia.
 Muchos fueron los hombres que perdieron la cabeza por ella. Hubo duelos, bofetadas, celos, odios, rencillas e intrigas, en torno a la tonadillera “La Caramba”.
 

Cualquier adorno que se ponía en el pelo o en el vestido era inmediatamente copiado por las damas de la Corte. Un lazo que sacó varias veces a escena pasó pronto a ser adorno de rigor en los paseos de Madrid. El lazo se llamaba Caramba, y la palabra se hizo popular en poco tiempo.
El diccionario dice: “la caramba era una moña o lazo que llevaban las mujeres sobre la cofia a final del siglo XVIII”. Ella lo sacó al escenario en 1778 y la moda duró casi hasta la guerra de la independencia.
 

En 1778 y 1779 es la figura artística más afamada del mundo del espectáculo, pero en 1780, María Antonia decide retirarse del teatro. Andaba en amores con un pretendiente (Agustín Sauminque), de origen francés y perteneciente a una familia acomodada, que nada tenía que ver con el mundo artístico, un hombre joven, tímido e intelectual, que a base de su constante presencia en las actuaciones de la tonadillera, consiguió llamar su atención y enamorarla y comprometerse en matrimonio.
Por supuesto la familia del joven se opuso rotundamente a esa relación. La fama que María Antonia tenía como tonadillera de los teatros de la corte, repleta de toda clase de aventuras, fue la causa de que la rechazaran, por lo que la pareja optó por casarse en secreto, llegando incluso a falsificar los documentos que se les exigían para el enlace.
La celebración del matrimonio tuvo lugar en Madrid, el día 10 de Marzo de 1780, en la parroquia de los cómicos.
Lamentablemente el matrimonio duró solamente un mes. El motivo de la separación es otra incógnita en la vida de “La Caramba”. Unos opinan que el causante de la ruptura fue él, otros dicen que ella, pues su carácter libertino la alejaban de la sumisión y austeridad de la esposa tradicional, haciendo que el matrimonio fuera para ella una condena.
 

Así, La Caramba volvió a aparecer en los escenarios, más bella y voluptuosa que nunca, siendo considerada en 1785, cuando contaba treinta y cuatro años, la reina de la tonadilla que gozaba del favor del público. Su prestigio, gracia y pasión que mostraba en sus actuaciones la seguían manteniendo en un alto pedestal, tanto en Madrid como en la Corte. 
 

Se cuenta que ese mismo año de 1785, cuando daba su paseo habitual por el Prado como cada tarde, estalló una tormenta terrible y la tonadillera entró a guarecerse en el convento de capuchinos de San francisco del Prado, en el momento en el que los feligreses se preparaban para la Semana Santa.
La entrada de La Caramba en el convento levantó  murmuraciones entre los devotos y las beatas que allí se encontraban, considerando un escándalo que una mujer de “su clase” tuviera la osadía de entrar en aquél santo lugar.
María Antonia permaneció en el convento mientras el religioso pronunciaba su sermón, y observaba con atención un cuadro de Lucas Jordán que representaba a la Magdalena. La visión de la Magdalena causó en ella tal impresión que se arrepintió de sus veleidades y juró regenerarse, juramento que llegó a cumplir, anunciando al llegar a su casa, a su madre con la que convivía, que nunca más volvería a los teatros.
 

Jamás regresó a los escenarios, ni acudió a las corridas de toros ni a los paseos por el Prado. María Antonia se convirtió en una beata, pasando a ser conocida como “la beata María Antonia”.
Se desprende de todos sus lujos y comodidades y cambia sus provocativos vestidos por un sayo basto y negro, viviendo en la más increíble miseria, y pasando los días entrando y saliendo de las iglesias.
Metida cada vez más de lleno en esta nueva vida, comienza a odiar su propia carne. Su rostro cambia bruscamente debido los frecuentes sacrificios y mortificaciones, y se hace irreconocible, debilitando su cuerpo hasta tal punto que enferma gravemente.
 

Presintiendo su cercano final, en 1878 hace testamento, declarando su matrimonio con Agustín Saumique y nombrando como albacea y testamentaria a su madre.
 

La historia de La Caramba ha prevalecido durante generaciones, siendo recordada en tonadillas, romances y canciones, llevada al teatro y al cine, hasta convertirla en leyenda.
 

Concha Piquer, con su inigualable voz, cantó su historia compuesta por los inimitables Rafael de León y Antonio Quiroga. Fue grabada en 1963.

Fuente de Datos:
*María Antonia La Caramba – Antonina Rodríguez
*Gran Enciclopedia de Andalucía

5 cantaron a esta entrada:

Caña de Azúcar dijo...

Qué vida más irregular y apasionante tuvo esta mujer, precursora de las folclóricas actuales. Muchas graciasa por recordarla en su blog.

Coplas dijo...

Caña de Azúcar, efectivamente su vida fue una verdadera novela y ella toda una figura del cante.
Gracias a tí por tu visita.

Saludos

América dijo...

Hola querida amiga,voy retrasada con todas tus entradas pero me pondre en ello,esta hay que leerla con calma es una belleza.!!!!!!

Me quito el sombrero!!!!

América dijo...

Que historia!!!!!!...Una vida plena y por convicción le dio un vuelco a su destino,preciosa entrada que rescata para mí un personaje absolutamente desconocido,la vida de una diva de la época.
Otra diva Concha Piquer canta su vida.
El audio me encanto.....Maravillosa voz.."Que viva los ojos negros de la Caramba"

Coplas dijo...

América, efectivamente la historia es maravillosa.
Yo conocía la existencia de "La Caramba" desde pequeña, cuando sonaba por la radio y mi padre me contaba la historia. A mi padre le gustaba mucho la copla), pero la historia que me contaba no era fiel reflejo de la real.
Cuando conocía la verdadera, me encantó.

Y por supuesto la voz de Concha... sin palabras.

Besos

 

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